Mucho énfasis se ha colocado en las restricciones que nos
generan los flexores de cadera, y con buena razón, ya que nuestros hábitos de
estar sentados por largos periodos durante el día nos lleva a un acortamiento
adaptativo de éstos, generando falta de movilidad en la rotación interna de
cadera, un fenómeno que a menudo es pasado por alto. Pero… ¿por qué es tan
importante este movimiento?
En aspectos generales, la cadera es una articulación
compuesta por el hueso fémur y el hueso de la pelvis (coxal o iliaca),
estructurados de forma tal como para ser una articulación particularmente
móvil. Clasificada como una bola dentro de una cavidad, de diseño similar al
hombro, su anatomía le permite moverse a través de una amplia gama de
movimientos a lo largo de muchos planos diferentes del cuerpo.
Entre su gran cantidad de movimientos se encuentra la
rotación interna, que se produce cuando el fémur gira dentro de la articulación
de la cadera hacia la línea media del cuerpo y la pelvis rota, como por
ejemplo, al dar un paso.
Por lo general, el rango mínimo de movimiento es considerado
“suficiente” a 35 grados, número que asciende a 45 para aquellas personas que
practican deportes rotacionales (golf, runnig, futbol, tenis) o actividades que
requieran flexiones profundas de cadera (levantamientos de pesas, vóley).
Si el cuerpo no tiene la rotación interna necesaria para
completar el movimiento, otras estructuras se verán obligadas a compensar,
causando problemas que inevitablemente, en algún lugar, generarán futuras lesiones.
Existen patrones compensatorios comunes por la falta de
movilidad en la rotación interna al realizar una estocada, sentadilla o una
rotación del tronco sobre un pie. Estas compensaciones -rotación hacia afuera
de los pies, colapso del arco del pie y de rodillas (valgo de la rodilla)-
efectivamente engañan el rango de movimiento al reducir la cantidad de rotación
(aspecto visible en el swing de golf o la zancada al correr). La excesiva
rotación de la columna lumbar también es una posible compensación.
Sin embargo, el déficit de rotación interna es mucho más
común de lo que uno se puede imaginar, pudiendo iniciar una larga cadena de
disfunciones que en algún momento se traducirán en dolor, lesiones o
disminución del rendimiento.
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